Normalmente, los seres humanos disponemos de dos maneras principales de expresarnos conscientemente: la oral (hablada) y la escrita. Las dos son muy distintas, a pesar de estar relacionadas y depender del lenguaje verbal.
La expresión oral implica el conjunto de factores que afectan la comunicación humana a través de una lengua compartida entre emisor y receptor. En ella intervienen elementos como la voz, la dicción, la fluidez del habla, así como elementos paralingüísticos, como la gestualidad, la proxémica, etc.
A menos que intervengan aparatos de grabación, la expresión oral es presencial y efímera, o sea, ocurre en el lugar y el momento en que estén emisor y receptor, y luego desaparece, y se trata del mecanismo más antiguo y natural del ser humano, que emplea los distintos órganos que componen su aparato fonador.
La expresión escrita en cambio responde a la invención de una de las más importantes y revolucionarias tecnologías inventadas por la humanidad alrededor del año 4.000 a. C., o sea: la escritura. Con ella se intenta solventar los problemas de presencialidad y desaparición de la comunicación oral, ya que la escritura permanece en el tiempo y puede comunicar a dos o más personas que sepan leer, incluso si están separadas por kilómetros de tierra o por el paso de los siglos. La expresión escrita, así, requiere de un aprendizaje y una práctica, ya que es algo adquirido y artificial. Involucra tanto a la lectura como la escritura, es decir, la capacidad de generar y de interpretar símbolos visuales plasmados en un soporte físico.
Fuente: https://concepto.de/expresion/#ixzz7JVl3QnyU
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