No puede entenderse la expresión artística de la poesía contemporánea sin todo el poso destilado por las características de la poesía de los últimos cien años. La metodología clásica, que sobre todo impone una métrica y un ritmo expresado básicamente en el verso, se ha ido diluyendo primero a través del gusto por la prosa ya en el transcurso de los últimos años de esa mencionada centuria, pero en la actualidad la poesía da un enorme salto hacia la experimentación y el desenfado.
La rima y la métrica se desdibujan para los actuales poetas contemporáneos, entendiendo esta nueva fase como el reflejo de un enorme cambio también en la sociedad que nos rodea e influye inevitablemente a los compositores. Y los poetas no son ajenos al cambio cultural, al choque emocional que supone vivir la actualidad tecnológica y las preocupaciones reales del hombre de hoy. Se potencia el verso libre y el caos en el uso del número de sílabas no supondrán ya un problema, de manera que no es fácil encasillar a un poeta por el uso reiterado de sus construcciones sino más bien por lo temas que preocupan al autor.
Como expresión artística y al mismo tiempo asociada con la idea de belleza, la poesía moderna no se aferra del todo ni siempre a este concepto tradicional y clásico. Y como también ocurre con otros modos de expresión artística tales como el cine, la música o el arte, el feísmo hace parada en la poesía moderna, pero también la violencia y otros fenómenos sociales que suscitan evocar imágenes nuevas que pertenecen al presente.
Lo más destacado pues de la llamada poesía contemporánea se sigue identificando con un grupo de autores que representan la falla de corte más evidente con respecto al pasado clásico y que los lectores amantes de este género reconocen como los autores del cambio. Pero sin duda el motor de esta significativa tendencia al cambio ha estado presidida por el fermento catalán con la estimulación y creación de los premios de poesía en dicha comunidad.
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